viernes, julio 20, 2007

La estación



Hoy me he acordado de una vieja estación con cristales rotos, con billetes expendidos por hombres con gorras; también de un viejo tren con asientos de listas de maderas, con gente con gallinas como mascotas, con bultos y bultos, con ese olor a rancio, con mujeres vestidas de negro y ni un ápice de alegría ni de tristeza en sus rostros, con caballeros fumando puros, dejando en el aire un humo denso grisáceo y algo blanquecino, mezclandose el olor a tabaco amargo con la ranciedad del ambiente.
En el apeadero gente inverosímil, gente por doquier miraras por donde miraras. Niños jugando con aros y pelotas de piel, alguno con sombrerito de marinero y una hilo en su mano, que , al alzar la mirada acababa en una cometa de colores apagados. Todos con un mismo fin, coger el último tren parado en la vía. Una vía que iba a ninguna parte, una vía que venía de ningún lugar.
Hoy me he acordado de que a mi lado estaba mi amor, vestido con su mejor uniforme, impecable todo él sin ninguna arruga, con las botas recién lustradas por algún subordinado.
También me he acordado del sonido de un silbato y al grito "pasajeros al tren!", la gente subiéndose a él con pasos cansados, con pasos lentos, como sin querer subir, pero sin quererse quedar en ese apeadero ruinoso y algo sucio.
Recuerdo mis lágrimas al tener que despedirme, y sus ojos brillantes al dejarme. "quiero ir contigo"le dije. "Este no es tu tren, y ojala no fuera el mio". A los pocos minutos, el andén ya esta vacío, y en el tren no cabe ni un alfiler. Entre manos y caras, le distingo. Allí de pie, sigue tan altivo como siempre.
En tren empieza a marchar despacio, como con desgana, sabiendo que no va a ningún sitio, a sabiendas que no llegará a ninguna estación más.
Y allí de pie, en medio de la nada, recuerdo que yo sigo viva, y él no.