TODO, NADA
Me sentí cansada como nunca. Me sentí cansada de todo y por todo. Así que me marché dejándolo todo, llevándome nada.
Marché lejos, a paises lejanos y turbios. Me sumergí en los océanos más profundos. Bajé a los abismos más oscuros. Me interné en los bosques más sombrios.
Y en ninguno de estos lugares nada hallé que me hiciera descansar.
Así que subí a las montañas más altas y frías. Visité gente ilustre y sabia. Navegué por los 7 mares.
Y nada hallé, nada encontré, excepto soledad. Cogí todo y nada, y lo metí en mi mochila repleta de silencio, recubierta de polvo, sin bolsillos que llenar, sin nada que guardar.
Y anduve por los 5 continentes. Recorriendo lugares inimaginables. Escuchando historias incomprensibles.
Y regresé de donde un día me fuí, después de realizar mi propia odisea y bajar a mi más temible infierno. Volví más cansada de lo que me fuí , si cabe.
De nuevo vi el amanecer que tantas veces me había despertado, que tantas veces había visto desvelada junto a un cigarro en mi boca. Y entonces sentí que recuperaba mis fuerzas. Nada me pesaba. Todo me llenaba.
Frente a mí, hallé mi hogar, y en él me esperaban mis angeles de la guarda, con todo el amor posible, sin reproche alguno. Me miraron sin nada que decir, con todo por escuchar.
Y entonces, lloré todas las lágrimas que nunca derramé.
Marché lejos, a paises lejanos y turbios. Me sumergí en los océanos más profundos. Bajé a los abismos más oscuros. Me interné en los bosques más sombrios.
Y en ninguno de estos lugares nada hallé que me hiciera descansar.
Así que subí a las montañas más altas y frías. Visité gente ilustre y sabia. Navegué por los 7 mares.
Y nada hallé, nada encontré, excepto soledad. Cogí todo y nada, y lo metí en mi mochila repleta de silencio, recubierta de polvo, sin bolsillos que llenar, sin nada que guardar.
Y anduve por los 5 continentes. Recorriendo lugares inimaginables. Escuchando historias incomprensibles.
Y regresé de donde un día me fuí, después de realizar mi propia odisea y bajar a mi más temible infierno. Volví más cansada de lo que me fuí , si cabe.
De nuevo vi el amanecer que tantas veces me había despertado, que tantas veces había visto desvelada junto a un cigarro en mi boca. Y entonces sentí que recuperaba mis fuerzas. Nada me pesaba. Todo me llenaba.
Frente a mí, hallé mi hogar, y en él me esperaban mis angeles de la guarda, con todo el amor posible, sin reproche alguno. Me miraron sin nada que decir, con todo por escuchar.
Y entonces, lloré todas las lágrimas que nunca derramé.