viernes, mayo 09, 2008

Hermanos

La lluvia repica contra las ventanas. Es ya de noche y el silencio preside la estancia.
Marieta sentada en el mismo escaño donde un día dió a luz a su primer hijo, pasa las horas. Con los brazos caídos encima la mesa camilla y los pies a buen recaudo, cerca del brasero, antaño de brasas ahora eléctrico se siente cansada.
Demasiado han cambiado las cosas, se lamenta.
Observa con detenimiento la cocina y mira con cierta lástima y nostalgia la chimenea negruzca por el paso del tiempo y sedienta de lumbre.
Encima de la mesa no falta la fotografía de Santiago, el difunto marido quien la observa desde un marco de plata, tal vez de lo único que le han regalado sus hijos; esos hijos que la visitan tan poco y a quien les dió todo.
Pero Marieta ya esta cansada, cansada de vivir acompañada de la soledad y el silencio.
Lentamente se levanta con un gesto de dolor en su rostro, y se lleva la mano a la espalda; esa espalda que tanto le ha fallado y tantos dolores le ha dado. Empieza a andar arrastrando los pies, esos pies tan cansados de soportar el peso de toda una vida.
Marieta se acerca a la puerta y justo en el momento de abrirla, alguien llama al timbre. Con una sonrisa casi sin dientes la abre y saluda a una joven pálida de pelo negro.
- Te esperaba hace tiempo-le comenta con mucho respeto.
- Lo sé, pero aún no estabas preparada- contesta la joven con una dulce y protectora voz.
- Puedo pedirte un favor?-pregunta.
- Dime-
- Hazlo mientras sueñe- le suplica.
- Así será.
Detrás de la joven , una silueta alta y delgada sale de la oscuridad. Un chico con la misma tez blanca que la joven se acerca a Marieta.
- Por favor Hermano, haz los honores- comenta.
- No te acostumbres - replica el chico.
Un suave caricia envuelve el rostro de Marieta. Una delicada brisa peina sus cabellos blancos.
Y Marieta se duerme, y sueña que recorre, de nuevo, los campos de trigo, y se siente joven, y se olvida de la espalda y de la soledad, y...de nuevo se siente viva mientras, cogida de la mano de la joven se alejan por un camino inexistente.
- No tengas miedo-
- Ya no lo tengo- le contesta mientras sus figuras se van desvaneciendo poco a poco.